“Chofer urbano comienza su jornada laboral de mal humor”
En la madrugada de este domingo, un colectivero del “16A” inició su jornada notablemente alterado. Su perturbación se debía a que los pasajeros que transportaba (con excedentes en su cantidad permitida), se encontraban en su mayoría ebrios. El pobre trabajador, cobraba, daba vueltos, cortaba boletos y lidiaba contra el desequilibrio de los vasos de cerveza y sangría de los mareados; también, de vez en cuando, manejaba. Es innegable que cuesta ponerle onda al laburo en esas condiciones.
Vidas cruzadas
Sin hacer apología a ninguna de las aburridas películas “holliwoodenses”, el título de esta nota dibuja a la perfección un hecho de nuestras existencias: la diversidad de horarios, de ritmos de vida, de roles a cumplir. Siempre me pareció cómico el cruce existencial que se produce cuando vuelvo a casa, luego de una terrible joda, a la mañana temprano de un miércoles. La mayoría de los transeúntes se dirigen a sus trabajos, los niños a las escuelas, los policías a sus actividades cotidianas de coima, faso y cerveza, etc., mientras yo regreso arruinado al calor de mi hogar. Cuando hice señas al colectivo (luego de dos intentos fallidos a causa de la cantidad de pasajeros que transportaban y el pequeño detalle de que me había equivocado de parada), el 16A frenó ante mí. Al abrirse las puertas, vomitó una docena de ebrios pasajeros y cargó otros tantos, entre ellos yo. De un total de alrededor de 60 pasajeros, solo 6 mostraban tenues signos de sobriedad. Entre los 54 restantes, se contaban, entre otros, tres conocidos del profesorado de psicología, dos chicas conocidas de vista y un oficial de la ley. Entre los sobrios: unos cuantos trabajadores, el colectivero y yo (de milagro). Cuando unos duermen, otros se levantan, cuando miles lloran, unos pocos ríen. ¿Dónde vamos nosotros? ¿Quiénes queremos ser? Yo me sigo buscando entre la multitud, entre las miradas ajenas y enajenadas, en el gris recuerdo de algún corazón roto.
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