Orgullosos jóvenes se baten a golpes por razones que no entienden”
A la salida de un tradicional boliche de la provincia, grupos de distintos colegios se batieron a golpes de puño, en el marco de la Fiesta Nacional de los Estudiantes. Por orgullo estudiantil, mala macha, diferencia de criterios técnicos en elaboración de carrozas o vaya uno a saber con que otra excusa, estas víctimas de la estupidez desataron su odio y repulsión al sistema que rige este mundo de la manera mas fácil de todas: por medio del salvajismo irracional que la opresión nos impulsa a manifestar.
Peleando por un premio
¡Nuestra carroza es más prolija! ¡Copiaron el proyecto! ¡Nuestra reina es mas linda! ¡Si, pero es una zorra! ¡La nuestra es limpita! ¡Etc! ¡Etc! ¡Etc! y a los bifes. Es una tradición casi tan vieja como el rito de la Pachamama: pegarle a alguien de otro colegio, y si son muchos, mejor. Las estructuras sociales nos hacen creer con ojos cerrados en el estúpido mito de la virilidad: los hombres no lloran, pegan, se pelean, engañan mujeres, etc. Desde jóvenes copiamos el patético ejemplo de nuestros mayores y reproducimos sus discursos sin razonarlos, simplemente nos comportamos como se espera que lo hagamos sin pensar por nosotros mismos, es decir, renunciamos a nuestra humanidad. Verdaderamente machos son los que lloran sinceramente, cuando el hambre no puede calmarse, cuando la impotencia ante la estupidez nos invade, cuando nos decepcionamos de nosotros mismos.
A la salida de un tradicional boliche de la provincia, grupos de distintos colegios se batieron a golpes de puño, en el marco de la Fiesta Nacional de los Estudiantes. Por orgullo estudiantil, mala macha, diferencia de criterios técnicos en elaboración de carrozas o vaya uno a saber con que otra excusa, estas víctimas de la estupidez desataron su odio y repulsión al sistema que rige este mundo de la manera mas fácil de todas: por medio del salvajismo irracional que la opresión nos impulsa a manifestar.
Peleando por un premio
¡Nuestra carroza es más prolija! ¡Copiaron el proyecto! ¡Nuestra reina es mas linda! ¡Si, pero es una zorra! ¡La nuestra es limpita! ¡Etc! ¡Etc! ¡Etc! y a los bifes. Es una tradición casi tan vieja como el rito de la Pachamama: pegarle a alguien de otro colegio, y si son muchos, mejor. Las estructuras sociales nos hacen creer con ojos cerrados en el estúpido mito de la virilidad: los hombres no lloran, pegan, se pelean, engañan mujeres, etc. Desde jóvenes copiamos el patético ejemplo de nuestros mayores y reproducimos sus discursos sin razonarlos, simplemente nos comportamos como se espera que lo hagamos sin pensar por nosotros mismos, es decir, renunciamos a nuestra humanidad. Verdaderamente machos son los que lloran sinceramente, cuando el hambre no puede calmarse, cuando la impotencia ante la estupidez nos invade, cuando nos decepcionamos de nosotros mismos.
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