Salvando el mundo
La Navidad en casa de Sol parecía que sería igual a la de todos los años, cuando una imagen atravesó su mente. La mesa llena de comida, la familia unida, contrastaba con la “foto mental” que se hallaba impresa en su memoria: llegando a casa, en la esquina, un hombre ebrio dormía su borrachera a la intemperie. Sol juntó algo de comida de su mesa, y acompañada de su hermano, se internó en la oscuridad y el frío de la noche. Llegando a la esquina, escuchaba la voz de su hermano, que intuía las intenciones de Sol, diciendo: “Pero si está dormido del pedo”. A Ella, por suerte no le importó. Despertó al indigente, y con los ojos bañados en lágrimas, le ofreció el humilde banquete. El hombre, medio somnoliento, muy ebrio todavía, entre el aliento putrefacto y la sorpresa, logró balbucear las siguientes palabras: “es el primer gesto de cariño que recibo en toda mi vida”. Después silencio, segundos de silencio que duran una eternidad. Se emocionó el vagabundo, se emocionó Sol, se emocionó su hermano y me emocioné yo al oír la historia.
“Una persona sola no puede cambiar el mundo”, es la frase favorita de todos los idiotas que por estupidez o cobardía, no se animan nunca a intentar algo por sus vidas o la de los demás. Para fortuna de este mundo, hay muchos locos sueltos, como Sol, que decoran las existencias con gestos de esperanza, justicia, paz y amor. “Cada persona es un mundo”, prefiero decir yo, y al salvar a alguien, salvamos a todo el mundo.
La pobreza material de ese hombre no habrá cambiado significativamente, pero a la hora del balance final, se llevará un recuerdo imborrable que le recordará la felicidad del paraíso. Dejar una huella indeleble en el alma de alguien, como lo hizo Sol, es mi máximo sueño. Si algún día lo logro, podré descansar en paz. Ella, por mérito propio, ya lo puede hacer.
La Navidad en casa de Sol parecía que sería igual a la de todos los años, cuando una imagen atravesó su mente. La mesa llena de comida, la familia unida, contrastaba con la “foto mental” que se hallaba impresa en su memoria: llegando a casa, en la esquina, un hombre ebrio dormía su borrachera a la intemperie. Sol juntó algo de comida de su mesa, y acompañada de su hermano, se internó en la oscuridad y el frío de la noche. Llegando a la esquina, escuchaba la voz de su hermano, que intuía las intenciones de Sol, diciendo: “Pero si está dormido del pedo”. A Ella, por suerte no le importó. Despertó al indigente, y con los ojos bañados en lágrimas, le ofreció el humilde banquete. El hombre, medio somnoliento, muy ebrio todavía, entre el aliento putrefacto y la sorpresa, logró balbucear las siguientes palabras: “es el primer gesto de cariño que recibo en toda mi vida”. Después silencio, segundos de silencio que duran una eternidad. Se emocionó el vagabundo, se emocionó Sol, se emocionó su hermano y me emocioné yo al oír la historia.
“Una persona sola no puede cambiar el mundo”, es la frase favorita de todos los idiotas que por estupidez o cobardía, no se animan nunca a intentar algo por sus vidas o la de los demás. Para fortuna de este mundo, hay muchos locos sueltos, como Sol, que decoran las existencias con gestos de esperanza, justicia, paz y amor. “Cada persona es un mundo”, prefiero decir yo, y al salvar a alguien, salvamos a todo el mundo.
La pobreza material de ese hombre no habrá cambiado significativamente, pero a la hora del balance final, se llevará un recuerdo imborrable que le recordará la felicidad del paraíso. Dejar una huella indeleble en el alma de alguien, como lo hizo Sol, es mi máximo sueño. Si algún día lo logro, podré descansar en paz. Ella, por mérito propio, ya lo puede hacer.