“Por las noches, Tucumán se convierte en una carretera de cartoneros e indigentes”
Cuando finaliza el horario comercial y el reino de las sombras invade el día, una legión de indigentes y necesitados se apodera de las calles. Cuando los señores en trajes y los grandes comerciantes se retiran a dormir, comienzan su jornada existencial los parias de este mundo, los desposeídos de la felicidad. La madrugada del domingo se trasformó en un desfile de carretas y caballos, no de la Aristocracia del siglo XVIII, sino de ropavejeros, cartoneros, y demás “eros”. Preocupa saber que cada vez son más los despojados del sistema, asusta saber que pronto alguno de nosotros puede pasar a formar parte de ellos en un solo abrir y cerrar de ojos.
Hasta la muerte
Un una esquina, a tres cuadras de la plaza central de la Ciudad de Tucumán, mi mirada se cruzó con un rostro de alrededor 65 años, que arrastraba un carruaje lleno de desechos, cartones, maderas, etc. Su espalda y brazos caminaban como si fuera un Cristo de rostro avejentado, crucificado por su pasado de miserias y necesidades insatisfechas. Y otra vez la bronca me carcome como un ácido por dentro, por ver que otro anciano mas seguramente morirá como vivió: luchando, sufriendo, peleando con la Parca mano a mano en cada segundo de su existencia. Podría ser mi abuelo, o tu propio abuelo, pero en realidad, es el abuelo de todos nosotros, y nosotros mismos lo estamos asesinando.
Cuando finaliza el horario comercial y el reino de las sombras invade el día, una legión de indigentes y necesitados se apodera de las calles. Cuando los señores en trajes y los grandes comerciantes se retiran a dormir, comienzan su jornada existencial los parias de este mundo, los desposeídos de la felicidad. La madrugada del domingo se trasformó en un desfile de carretas y caballos, no de la Aristocracia del siglo XVIII, sino de ropavejeros, cartoneros, y demás “eros”. Preocupa saber que cada vez son más los despojados del sistema, asusta saber que pronto alguno de nosotros puede pasar a formar parte de ellos en un solo abrir y cerrar de ojos.
Hasta la muerte
Un una esquina, a tres cuadras de la plaza central de la Ciudad de Tucumán, mi mirada se cruzó con un rostro de alrededor 65 años, que arrastraba un carruaje lleno de desechos, cartones, maderas, etc. Su espalda y brazos caminaban como si fuera un Cristo de rostro avejentado, crucificado por su pasado de miserias y necesidades insatisfechas. Y otra vez la bronca me carcome como un ácido por dentro, por ver que otro anciano mas seguramente morirá como vivió: luchando, sufriendo, peleando con la Parca mano a mano en cada segundo de su existencia. Podría ser mi abuelo, o tu propio abuelo, pero en realidad, es el abuelo de todos nosotros, y nosotros mismos lo estamos asesinando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario